[Dimas Arcana Kronus] La bahía 2
Sus pies tocaron ligeramente el suelo hasta posarse, se había transportado unos centímetros por encima de aquel gran paseo, desde la penumbra de un callejón un perro con un collar gris lo miraba atónito.
Camino lentamente por aquel lugar con paso lento, admirando las viejas casas bajas acariciadas por la brisa marina durante tanto tiempo, pequeños zumbidos se escuchaban por la calle desierta, las farolas iban encendiéndose por toda ella como una procesión en contra de la oscuridad.
Por un momento se le cruzaron momentos de otra vida, el mismo corría por una playa saltando con pompas de colores, su padre riendo mientras hacía brotar nuevas pompas de su mano, su madre detrás de unas gafas de sol y un sombrero de ala ancha miraba a ambos sonriendo.
Se rasco ligeramente la cabeza sacándose ese recuerdo de su mente, necesitaba encontrarlo, la luna continuaba trepando por el cielo con cientos de estrellas admirándola, dejo de lado la calle principal para meterse por callejuela.
- Tic - era un sonido tenue en su bolsillo
- Lo sé, ¿lo notas cerca? - como respuesta obtuvo un ligero tintineo.
Aceleró el paso, las calles pasaban a toda velocidad, no podía perder más tiempo, el reloj de su bolsillo no podría aguantar por más. Oía las voces de la gente en los pequeños locales de alrededor, pero ni rastro de la persona que estaba buscando.
Una sombra lo paso rozando, le recorrió una sensación abrumadora de encontrarse con algo antiguo, solemne.
- Has recorrido demasiado camino sólo para encontrarme muchacho - la voz provenía de un hombre mayor, su pelo gris le caía por debajo de las orejas, la cara era alargada como su nariz, junto a él se encontraba un perro blanco con el collar gris. Su ropa era impecable, chaqueta marrón oscura de pana, una camisa blanca con lo que parecía una vieja pajarita roja debajo del cuello.
- Eh.... -
- No hay tiempo que perder, tienes a un paciente en tu bolsillo, escucho sus agónicos tacs desde mi taller -
Ambos se pusieron en marcha caminando por calles estrechas hasta llegar a una casa blanca y marrón, su arquitectura recordaba a las casas alemanas, nada que ver con el estilo de la ciudad, la puerta se abrió como si sintiera que ellos llegaban.
Por dentro todo era como entrar en otra época, muebles muy labrados con detalle muy variopintos, el algunos podía reconocer runas, le pareció ver un tótem indio a través de una puerta.
El anciano lo guió hasta una habitación llena de relojes de todo tipo, pero en el centro estaba el reloj más bonito que Dimas había visto en su vida, tenía dos esferas en una se mostraban los números y en otra los símbolos zodiacales, una de las manecillas era dorada con un pequeño sol y la otra oscura con una esfera que parecía una luna llena, dentro de la esfera principal estaba divida en diferentes franjas de colores, azul, gris, naranja y negro representando el amanecer y el atardecer.
- Entrégamelo si quieres que lo ayude - profirió para sacarlo de su ensimismamiento - chico estoy empezando a pensar que tienes serrín en vez de cerebro.
En silencio, como si de una ceremonia se tratase le entrego el reloj con sumo cuidado.
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